Hay algo que se intuye socialmente, de lo que casi nadie habla y quien lo hace o no sabe lo que dice o intenta instalarnos a todos en la mediocridad más indecente.
Los partidos políticos en democracia están para alcanzar el poder que se traduce en la mayoría parlamentaria que les permita gobernar y si no lo consiguen, fracasan.
Desde hace un tiempo, en España, los partidos políticos son tan mediocres y han alcanzado niveles de corrupción tan evidentes que resultan incapaces de obtener mayorías suficientes para gobernar. Acumulan así fracaso tras fracaso electoral. No ganar con mayoría suficiente siempre es un fracaso.
No hay mayoría de ciudadanos que se sientan identificados ni con esos partidos ni con sus líderes. Y hay quien nos dice desde los medios que hay que acostumbrarse a que esto sea así, que es como decirnos que hay que aceptar el fracaso, la mediocridad y la ausencia de liderazgo de los partidos políticos, incapaces de conseguir mayorías de Gobierno, justo aquello para lo que se han constituido.
No hay un sólo partido político en España que arrase, un partido con el que los ciudadanos se sientan plenamente identificados, un partido que sume adeptos, que cree ilusión y esperanza, un partido con visión de Estado, honrado con líderes carismáticos ahítos de los valores de la civilización y de la democracia. Un partido que piense y actúe en el medio y largo plazo, pensando más en las próximas generaciones que en el hoy mismo. Y eso es lo que explica la atomización que impide alcanzar mayorías suficientes de gobierno.
Las mentiras, las ocultaciones, la ausencia de ética, la falta de credibilidad, los abusos, las subvenciones, la corrupción, las relaciones de poder, la ausencia de democracia interna, todo eso y mucho más hace que los partidos políticos no resulten atractivos para casi nadie y que no arrastren a los electores.
Y es que resulta muy cierto que quien es incapaz de conseguir el objetivo para el que esta constituido (alcanzar mayoría suficiente para gobernar) y fracasa una y otra vez en el intento, debe hacérselo mirar.
La mediocridad de los partidos políticos españoles, incapaces de lograr el éxito electoral necesario resulta hoy directamente proporcional a la mediocridad y ausencia de liderazgo y carisma de sus dirigentes. Y lo peor es que todos se encuentran cómodamente instalados en esa lamentable y triste mediocridad.
Y así nos va…

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