Esta no es la historia de Juan Salvador Gaviota. Ni se le parece, porque no es una historia de libertad, sino de muerte.
Imagina que vuelas en un avión comercial a 7.000 metros de altura en el trayecto MAD/PAR. Arrecian las turbulencias y los movimientos extraños del avión no cesan por la impericia del piloto.
A la altura de Barcelona, el comandante, un filósofo de corta trayectoria como aprendiz en la conducción de aviones, comparece de repente ante el pasaje y explica que tiene que abandonar de inmediato el avión para tirarse en paracaídas sobre la Ciudad Condal. Justifica su extraña y repentina decisión con el argumento de tiene que comparecer en las elecciones catalanas como candidato.
Trata el comandante de tranquilizar al pasaje asegurando que deja en su puesto, a los mandos del aparato, a una tripulante canaria, la Ministra de Administración territorial, Carolina Darias, que no sabe nada de aviones, pero sí algo de territorios y de Covid-19, porque lo ha pasado. Y el pésimo piloto en cuestión que, para más INRI, se llama Salvador, ante los rostros boquiabiertos y aterrorizados de los pasajeros, antes de tirarse en paracaídas por los cielos catalanes, afirma con rotundidad y cara dura que no tiene «nada de que arrepentirse» y que se ha dado cuenta de que su verdadera vocación está en la política electoral y no en la sanidad donde, cortito, no da más de sí. Esa es su filosofía de filósofo, pésimo comprador de mascarillas y vacunas.
A ver, ciudadano pasajero: ¿cómo te quedaría el cuerpo al escuchar, sentado en tu butaca, tamaño dislate después de haber pagado y muy caro tu billete de avión? Seguro que, agobiado por el miedo, te abrochas el cinturón y te agarras con fuerza a los brazos del asiento preparándote para un final trágico…
Bien, pues eso ha ocurrido con el irresponsable e ineficaz Ministro de Sanidad, Salvador Illa, que, en plena ola trágica de la pandemia, ha abandonado de forma irresponsable el avión del Coronavirus para dedicarse a otros menesteres menos urgentes y mórbidos, pero mas interesantes y provechosos para él y para su jefe, a quienes las vidas de los ciudadanos les importan un bledo, según demuestran.
Y ahora veamos: los pasajeros, tras el cambio de comandante, se han pegado un cacharrazo brutal, porque el avión se ha estrellado con estruendoso estrépito. No hay tratamiento para esos muertos, ni tampoco para los vivos. Mueren muchos, muchos más de lo imaginable. El coronavirus mata tanta gente como si un avión se estrellase todos los días con sus pasajeros que fallecen a cientos en cada siniestro diario. Ya hay 80.000. Y va en aumento mientras las vacunas no llegan.
Por su parte, caído del cielo en tierra catalana, el ineficaz e irresponsable piloto de la sanidad, Salvador Illa, se ve obligado a pactar con sus socios de ERC, porque es esta la formación catalana que ha ganado las elecciones en Catalunya, o JXCAT, y no el Partido Socialista del irresponsable e inmaduro piloto, Illa. Eso es lo que muestran hoy todas las encuestas tras la huida de Iceta al puesto que ha dejado libre en el Gobierno la pilota canaria.
El nacionalismo catalán vuelve a las andadas de la independencia y los muertos por coronavirus, a día de hoy, muertos están, además de las personas que continúan y continuarán perdiendo la vida en los aviones del coronavirus, que eso poco importa al Gobierno de la nación y a sus mediocres políticos dirigentes, los cuales piensan más en las elecciones catalanas que en salvar vidas.
Es decir, al final, la huida del piloto, «Salvador de nadie y de nada» y su incursión en Catalunya supondrá un auténtico desastre, como casi todo lo que hace este Gobierno de aviesos propagandistas, ignorantes, invisibles, ineptos, irresponsables, mentirosos y/o prepotentes.
De Salvador, que no salva nada ni a nadie, poco más se sabrá con el paso de poco tiempo. Su filosofía de filósofo y pésimo gestor sanitario es así y así su gesta; Ineficaz y gris.
Dios salve en el aire las vidas que el Gobierno no cuida en la tierra. Y amén.