Yo siempre estoy dispuesto a escuchar al otro. Pero también espero que el otro esté igualmente dispuesto a escucharme a mi. No rehuyo la discusión, pero tampoco pierdo ni estoy dispuesto a perder amigos por discutir políticamente. Creo que mantener la curiosidad, estar dispuesto a cambiar de ideas, no permanecer encerrado en las propias, denota la permanencia de cierta juventud y de una sana disposición al cambio. Disposición que debiera resultar permanente en la vida. Y digo todo esto, ahora que envejezco, desde mi propia experiencia vital e intelectual.
Hasta los 22 años fui adoctrinado en el catolicismo, especialmente, en la familia y en una congregación mariana de jesuitas, los Koskas, en la madrileña calle de Serrano, esquina con Maldonado, allí donde años después el Vicepresidente del Gobierno franquista, Carrero Blanco, fue victima de un atentado de ETA. Adoctrinado después, durante la transición, en el socialismo y el colectivismo por los profesores de la Facultad de Ciencias de la Información, comunistas y socialistas en su mayoría, y también por algunos amigos sindicalistas, otros del PSP y del PCE. Me hice agnóstico. Colaboré con ellos, especialmente, con los socialistas del PSOE de González, en una dilatada experiencia profesional en el sector empresarial público español. Finalmente, acumulé una larga experiencia profesional y empresarial posterior que me instruyó en el liberalismo, que hoy defiendo y practico frente a pensamientos y actitudes sectarias de adoctrinamiento correspondientes a una izquierda que hoy defiende teóricamente el socialismo, pero que en verdad no lo practica.
Es decir, hoy lo que rechazo es el adoctrinamiento de cualquier tipo y las actitudes sectarias y excluyentes del otro por lo que piensa.
Considero y critico, que no juzgo, a las personas por los hechos, no por sus ideologías. Me gustan las personas coherentes con lo que predican, las que tienen valores universales, las que asumen, respetan y alientan los derechos humanos expresados en la Declaración Universal. Como periodista, critico al poder por encima de todo, lo ostente quien lo ostente.
Creo que la solidaridad nos salva de la desesperanza y nos confirma que la vida tiene sentido cuando nos sentimos en comunidad y cuidamos del otro.
Y discuto de política con los amigos, claro que sí, pero siempre dentro del diálogo sereno, a veces, con bromas, y bajo la premisa del respeto a todas las ideologías y sobre todo, al personal y libre albedrío de cada uno. Creo que la persona, con toda su experiencia y sus circunstancias, esta por encima de cualquier ideología, por encima de cualquier institución, incluidos los partidos políticos.
Y desde esas premisas, crítico con la ignorancia y el atrevimiento que conlleva, valorando mucho el conocimiento de las cosas y de las personas y en la creencia de que es de tontos perder amistades por la discusión política, me conduzco en mis relaciones con los demás, dejándome ver tal y como soy, sin máscaras ni disfraces. Y a quien le guste, bien, y a quien no, pues que me lo diga con respeto o que desconecte, que ya no tengo edad para tonterías…

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