Jamás se han preocupado tanto los escritores de la originalidad y jamás han sido menos originales que a la hora presente. Y es porque la originalidad de un escritor no consiste en la calidad de su talento, sino en la cantidad…
Hoy, todo el que lo desea es escritor y hoy se publica casi todo lo escrito. Y eso explica tanta mediocridad y tanta comercialidad de novelas y libros en general que aburren y no enriquecen el intelecto…
Todo el que escribe un libro ya se considera escritor, casi literato.
Hoy es cada vez más difícil encontrar un nuevo y buen libro, un libro grande, de esos que te conmueven, de belleza inmortal…
Observo entre los escritores actuales que unos son desordenados, otros superficiales, enfáticos o lacrimosos o escépticos; el uno miente en la observación de los caracteres, el otro carece de talento en la composición; unos son abundantes hasta la garrulidad, otros sobrios hasta la indigencia. Muchos copian temas a otros -eso ha ocurrido siempre- otros tantos se repiten a sí mismos, y todos se creen muy buenos escritores aunque raramente hayan escrito un excelente libro, de esos que conmueven y cambian a las personas ampliando de forma notable sus horizontes y sus vidas…
Los hay consagrados en su mediocridad que no cambia y los hay noveles que a veces prometen, hasta que se consagran…
Y observo también una enorme falta de compromiso de los actuales escritores con los grandes problemas del mundo, con los valores éticos, con las ideas de igualdad, libertad y solidaridad. Muchos prefieren llevarse bien con los estamentos de poder que criticarlos antes que poner en peligro sus propias carreras y prebendas…
Tengo la impresión de que lo mismo ocurre en el cine y en cualquiera de las bellas artes; más de lo mismo, lo estrambótico y la mediocridad hasta la saciedad; una muy escasa originalidad a pesar de que es lo que más se busca por los escritores y los que no lo son pero lo pretenden…
A pesar de todo ello, qué buena es la buena literatura.