Hoy caminaba por la calle y he saludado a mi sombra. Ella me ha respondido con el mismo gesto. Me ha hecho gracia y a la vista de lo cual, he realizado otros gestos estrambóticos a los que mi sombra me ha respondido de la misma manera. Entonces, he sacado de mi bolsillo el teléfono móvil y he hecho una foto a mi sombra para poderla ver en todo momento, aunque no haya luz. A veces pienso qué ocurriría si mi sombra me abandonase o yo abandonase a mi sombra. Quizás alguien me llamase malasombra o no. A lo mejor me llamarían sin sombra. No sé, estas cosas me asombran. ¿Mi sombra es mi alma? ¿Es un niño o una niña que repite todo lo que hago? ¿Por qué desaparece si no hay luz? No sé. Si las sombras de todos dejasen de hacer lo que hacemos e hicieran todo lo contrario, ¿cambiaría algo? ¿Sería el mundo mejor? ¿Las sombras son amigas entre ellas? ¿A dónde va nuestra sombra cuando morimos? ¿Cómo sería un mundo sin sombras, un mundo sólo de luz? ¿Y cómo un mundo de sombras sin luces? ¿Son mejores nuestras sombras que nosotros mismos? Las sombras a la sombra son invisibles. Lo que está claro es que ellas no pueden vivir si no es en un mundo de luz, en un mundo feliz.
Al llegar a casa, la luz estaba apagada. Reinaba la más absoluta oscuridad. Las sombras habían huido y no veía nada.
Me he vuelto al bar de la esquina -en muchas esquinas hay un bar- y me he metido en el cuerpo un sol y sombra lleno de luz ámbar sobre la copa…
Rafael Navas (Diciembre-23)