Creo sinceramente que La Presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, debe dimitir si judicialmente se prueba que adjudicó, desde la Comunidad de Madrid, un contrato a la empresa a la que facturó su propio hermano 55.000 euros por «gestionar» una compra en China de mascarillas. Díaz Ayuso y su hermano son amigos de la infancia del presidente de la empresa adjudicataria.
En mi opinión, se ponga como se ponga, Isabel Díaz Ayuso, no es ético ni moral adjudicar un contrato a dedo a la empresa de un amigo del que se va a beneficiar su propio hermano. Es más, creo que puede suponer un delito de prevaricación si no de corrupción, malversación y de tráfico de influencias. Los tribunales son los que se tienen que pronunciar al respecto.
Ahora bien, si Pablo Casado y Egea han aireado este tema ahora, que podría haber quedado dentro del partido como una cuestión soslayable, es por sus celos y miedo al claro liderazgo de Isabel Díaz Ayuso y su lucha interna contra ella. Hace meses que Pablo Casado conocía este asunto turbio, conocimiento absolutamente ilegal al tratarse de datos -de dudosa procedencia- personales, bancarios y fiscales del hermano de Ayuso. Debiera haber puesto en manos del juez tal información ilegal sobre el pariente de Ayuso. Repugna tanto lo uno como lo otro, la presuntamente indecente actuación de Ayuso y la oscura e interesada utilización de una información ilegal por parte de Casado y su acólito, Egea, quienes debieron denunciar al recibir tal información de datos personales cuya procedencia concreta no revela el líder del PP.
Creo que Isabel Díaz Ayuso podría haber cometido un presunto delito -los jueces tendrán la última palabra-, al menos una actuación nada ejemplar por parte de la Comunidad, pero la guarrada que le han hecho sus compañeros, desde la ejecutiva del partido, no tiene parangón. Casado debiera dimitir por utilizar torticeramente una información absolutamente ilegal. Por otro lado, en esta ocasión, difícil lo va a tener el asesor personal de Díaz Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, para defenderla de la que judicialmente se le viene encima y que, podría acabar en su dimisión si se demuestra algún trato de favor hacia su hermano. La mujer del César no sólo tiene que serlo, sino también parecerlo.
Y así vamos, con políticos menesterosos, ahítos de odio por los adversarios, incluso por los del mismo color político. Mientras tanto, los graves problemas de los ciudadanos, en segundo plano…
Escándalo, irresponsabilidad, decepción, bochorno y asco de política y de políticos indignos que envilecen la democracia.
Todo este escándalo inoportuno y visceral hará perder muchas adhesiones y votos al PP, un partido cuyos dirigentes han intentado destrozar, imprudente e irresponsablemente, a su principal valor político, como es la Presidenta madrileña. Ojalá no lo hayan logrado. Pero, insisto, los tribunales tienen la última palabra.