En esta sociedad sin valores, en la que estamos todos inmersos, a la indeseada vergüenza que pasan las personas mayores por el sólo hecho de ser mayores, se ha unido su discriminación más feroz, hasta el punto de llegar al asesinato. Al asesinato verdadero y al asesinato social y cultural del envejecimiento y de los mayores.

 

Seamos realistas: ¿qué significa hoy ser mayor?

 

Ser mayor significa ser anciano, ser viejo, perder habilidades y destrezas, de forma especial, físicas; perder atractivo, volverse transparente, invisible para los más jóvenes, cuando no olvidado e incluso odiado. Envejecer significa, jubilación, dejar de trabajar, perder oportunidades, amigos, soledad, tristeza, desprecio, desamparo, olvido…

 

Todos quieren llegar a mayores pero nadie quiere envejecer. Para los jóvenes eso de envejecer, en lugar de algo natural y consustancial con el ciclo biológico de la vida, supone una lacra contra la que luchan día a día.

 

Así los mayores y la vejez, en lugar de inspirar respeto, seguridad, sabiduría, experiencia y ejemplaridad, absolutamente para todos, resultan, para muchos ignorantes, momios de valores negativos y de los que hay que huir por su pretendida y falsa ausencia de atractivo. Hablo en términos generales, no particulares. Ya sé que hay maravillosas excepciones de gente culta y sensible con los mayores, de forma especial, con los suyos.

 

En política, donde apenas hay personas en activo de 70 y ochenta años y más, los mayores y el envejecimiento suponen de forma inopinada «un problema», de forma especial, por las pensiones con las que hay que retribuirles y por los servicios sanitarios de los que hay que proveerles. «El problema es el envejecimiento de la población», solemos escuchar a los políticos. Los mayores como problema, en lugar de felicitarnos todos por ese buen estado de salud que nos alarga la vida hasta bien avanzada la edad.

 

No hay en los partidos políticos personas de 70 y 80 años en un país con los datos más altos de envejecimiento. Y si la sabiduría y la experiencia se unen a la vejez, ¿por qué esa ausencia de mayores en la política? En la política y en la empresa. Quienes desprecian a los mayores por su edad, desprecian su propio futuro. La moda de ser joven es sólo eso, una deplorable moda que mola entre los jóvenes y que siempre está de moda. Jóvenes sin conciencia clara de que su juventud y su brío son pasajeros.

 

En España hay casi diez millones de pensionistas y jubilados. El envejecimiento de la población es uno de los grandes retos y oportunidades de nuestro país. Tales van a resultar los cambios sociales como consecuencia del envejecimiento de la población en nuestro país, que bien podría haber optado el Gobierno de Sánchez-Iglesias por la creación de un moderno y eficaz Ministerio de los Mayores desde el que afrontar tales retos relevantes. Veintidós ministerios y ninguno de los mayores… También en esto, resulta evidente que este Gobierno que padecemos no tiene visión de Estado, ni de futuro…

 

En general, mayores y envejecimiento resultan conceptos negativos para todo y para todos. Se reniega de la vejez, se la odia y se odia a los viejos como seres pasivos e inútiles de los que ya no se puede esperar nada. «Viejo verde», «viejo asqueroso», «amortajado», «vieja chocha» o «viejo chocho», «vieja o viejo de mierda», «las batallitas del abuelo», «ga-gá», suponen conceptos que reflejan el desprecio y los insultos habituales dirigidos a las personas mayores, de las que nadie socialmente, espera nada, salvo su posible renta o pensión.

 

La muerte de los ancianos no llega con la vejez sino con la falta de aprecio y con el olvido. Y luego esa estúpida conmiseración degradante. No creo que a ningún mayor le guste dar pena…

 

En España, un país de mayores, hay una enorme discriminación por la edad. Hay maltrato a los mayores en los hogares y en las residencias, según demuestran, de manera fehaciente, todos los informes del INSERSO. Hay discriminación severa por la edad en todos los ámbitos profesionales y sociales. Las empresas prejubilan por la edad. Los partidos no quieren saber nada de mayores en sus filas.

 

En nuestra sociedad, por desgracia, uno es lo que hace, y si nada hace, como el jubilado, nada es… Lamentable, pero política y socialmente cierto, salvo raras excepciones de personas mayores individualmente excepcionales…

 

Con ocasión de la pandemia del Coronavirus, «a los viejos se les ha convertido en hez de la sociedad». (Raúl del Pozo). No sólo han sido pasto fácil de ese repugnante y selectivo virus, es que ni siquiera los contaban cuando morían en las residencias en absoluta soledad.

 

Algunos médicos han confesado que elegían a los pacientes en los hospitales, según la edad, dejando morir a los viejos y centrándose en los cuidados sanitarios de los más jóvenes. Un auténtico asesinato, del que las autoridades o el Gobierno no han dicho nada. Mutis de todos, no vaya a ser que les afecte la responsabilidad penal exigible a todas luces. Asesinatos con abandono previo que no pueden quedar impunes.

 

Cuando una persona mayor muere una biblioteca se quema. La vejez no puede continuar siendo el infierno de hombres y mujeres. En la madurez, con más huellas en el alma que en el rostro, por fin, sabemos lo que hacemos y hacemos lo que sabemos. Los años nos arrugan la piel, pero renunciar al entusiasmo arruga el alma. Y algunos, cada vez más, no renunciamos. La edad, para algunos de nosotros, es un estado de ánimo y sabemos que una buena madurez suele ser el resultado de una saludable juventud.

 

Para mí, resulta mas esperanzador ser un joven de 70 años que un viejo de treinta. Así me tomo y me he tomado siempre la vida. Me repugnan quienes discriminan desde la ignorancia, aun de forma inconsciente, a los mayores.

 

La edad amenaza con destrozar los encantos de la belleza física, es cierto, pero el orden natural de las cosas exige que las cualidades sublimes y nobles, típicas de la madurez, la remplacen. Se puede ser útil a los 70 a los 80 y a los 90. ¿Por qué no? Tantos han llegado al cénit de sus carreras y de su progreso personal a esas edades…

 

Rechacemos a los ignorantes, a quienes maltratan con violencia y a quienes tratan a los mayores como simples números o a quienes les muestran la más cruel y egoísta indiferencia. Tenemos aún tanto que enseñar y tanto ejemplo que dar, tanto que ayudar. Y, sobre todo, tanto por vivir de la forma más intensa que podamos resistir sin preocuparnos por los políticamente correcto…

 

Aun así, en un país con demasiada incultura hacia los mayores, con demasiada indiferencia hacia los ancianos, merece la pena vivir la vejez con plenitud. Vivir y que ¡vivan los mayores valientes! Vivir para amar, para crear y disfrutar, para sentir que estas vivo y que aún puedes gozar de los placeres de la vida. Y servir y ayudar a los tuyos y a quienes se dejen ayudar, sin que ya no importe nada el qué dirán…

 

Envejecer no puede equivaler sólo a ir perdiendo la vida, a resignarse, a renunciar. Perder la vida es perder lo más hermoso, es perderlo todo. Por eso hay que vivir siempre, a cualquier edad, con buen estado de ánimo, con predisposición a la ayuda, con la mente abierta y, si es posible, una sonrisa constante, independientemente de la edad.

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