No me gustan Got Talent, Master Chef, ni ningún otro programa de TV en el que haya que someterse a la decisión de un tribunal o en los que haya que competir. No veo esos programas.
Y no me gustan, porque fomentan la competitividad o el sometimiento a un jurado cuya autoridad profesional o moral tantas veces es nula o deja mucho que desear…
Un amigo me decía hace poco tiempo que, «qué se habrá creído el Risto Mejide ese para juzgar y decidir sobre la calidad artística de nadie en esos concursos». Y yo le respondía que ni Risto Mejide ni ninguno de los componentes de esos jurados tienen autoridad moral o profesional alguna para juzgar a las personas que, incluso, en muchos casos, poseen más talento que cualquiera de ellos. Quienes son para juzgar. Se han visto tantas veces las lágrimas, incluso de niños, cuyo trabajo se ha echado por tierra por parte de esos jurados….
Y es que desde pequeños, en la escuela y en la familia, lo que se fomenta, por desgracia, es la competitividad en lugar de la colaboración. Luego, la vida enseña a muchos, no a todos, que no hay que competir, que lo bueno en la vida es colaborar en lugar de competir.
Y por esa razón a mi no me gustan esos programas de televisión que fomentan la competitividad y mucho menos, los que obligan a la gente, con talento o no, a someterse a las decisiones de jurados absolutamente arbitrarios y muchas veces sin autoridad alguna.
Ya está bien con los exámenes que hay que pasar en la vida de manera forzosa para que después, en la TV o en otros ámbitos, haya que seguir sometiendo a la gente a esos juicios de tribunales aleatorios y tantas veces incompetentes.
Ya sé que muchas personas que acuden a esos programas a competir o a someterse a la decisión de algún jurado, lo hacen de forma voluntaria, porque quieren destacar o sencillamente ganar algún premio. Pero, insisto, en mi opinión, no debiera hacerse espectáculo de las lágrimas de tanto participante cuyo jurado ha destrozado su trabajo, incluso riéndose de él en lugar de valorar el esfuerzo…
En mi opinión no habría que competir salvo en lo estrictamente necesario. Lo que habría que enseñar, desde niños, es a colaborar, que resulta algo mucho más eficaz y conveniente para todos…