Manolo se tuvo que trasladar en su coche desde la periferia y, al llegar, lo estacionó, de forma indebida, en un hueco entre dos furgonetas, sin percatarse de que estaba destinado a carga y descarga. ¡Qué suerte he tenido!, se dijo a sí mismo, tras aparcar.
En la calle, con un viento insoportable y la lluvia, que lo empapó enterito, el pobre aguardó impaciente, aterido de frío, durante cuatro horas en la interminable cola para comprar lotería de Navidad en Doña Manolita. Se lo había solicitado con insistencia su esposa, que le esperaba en casa, mientras le preparaba una magnifica lubina, gratinada al horno.
Discutió con alguien violento, que le increpó porque pensaba de forma errónea que se había adelantado dos puestos en la fila. Mientras esperaba en la cola, el viento le rompió el paraguas. La lluvia arruinó sus zapatos de ante. Le cayeron sobre la cabeza escombros por el desprendimiento de una cornisa de la fachada de la Administración. Este sacrificio me traerá la suerte, pensó.
No pudo adquirir la terminación en 90 que ansiaba para sus tres décimos, porque se habían agotado y se conformó con otro número terminado en 55. Pagó 60 euros que guardaba en el bosillo del abrigo manchado de polvo y llluvia. Al encaminarse, de vuelta hacia su automóvil, comprobó que la grua municipal se lo habia llevado. Se vió obligado a recogerlo y trasladarse en taxi -32 euros- y pagar 200 euros más de multa por haberlo aparcado en lugar prohibido. ¡Un secuestro, un auténtico robo!, les grito Manolo a los municipales despues de abonar la multa, previa visita alocada a un cajero cercano. Al llegar a casa, su mujer, enfadada, le reprochó que hubiera tardado tanto y tal fue la bronca, que se quedó sin comer. Como consecuencia de la larga espera en la cola, bajo la lluvia y el frío, agarró un resfriado, que a punto está de acabar en neumonía.
Y hoy, Manolo, febril, en la cama, se lamenta de que no le haya tocado ni un mísero reintegro, tampoco, por supuesto, el premio gordo de la lotería de Navidad, ese que ha terminado en 90 y que se ha vendido allí mismo, en Doña Manolita, ese número mágico, el 26.590, que secorresponde exactamente con su fecha de nacimiento…
Ahora, enfermo, triste y desafortunado, ni siquiera puede decir eso de que, «lo importante es la salud». Sólo desea vivir… para contarlo, aunque sea a un psiquiatra.
23-12-2019