Sólo quedan cinco metros para finalizar el túnel que conduzca al cuerpo de Julen. Cinco metros de distancia y muchas horas de esfuerzo infrahumano en el intento desesperado de salvar la vida de un niño de dos años, atrapado en el fondo de un estrecho pozo ilegal y traicionero.
¿Qué sentirá el avezado minero cuando alargue sus manos por el estrecho y oscuro hueco y toque el cuerpecito blando de la criatura? ¿Qué sentirán sus padres cuando emerja del tenebroso túnel con el niño en brazos a la luz del sol?
El esfuerzo ha resultado grandioso, ejemplar, digno y extraordinariamente humano, como enorme la emoción de todos los que trabajan para salvar al pequeño Julen.
Millones de personas en todo el país, acongojados y expectantes, suplicando en sus conciencias el milagro de la vida. De la vida de un niño que, distraído, comiendo sus gusanitos, no pudo adivinar el peligro provocado por la irresponsabilidad de gentes sin alma, negligentes, que de forma criminal e imprudente dejaron expedita la vía al vacío…
Por tí, Julen, y por todos los niños, víctimas inocentes de la inconsciencia, la irresponsabilidad o el egoísmo de mayores sin alma y por quienes voluntarios, altruistas, gente de corazón y coraje, luchan por tí, por lo que significa la infancia y los sentimientos que conlleva.
Por tus padres y abuelos, por todos los que se esfuerzan en rescatarte vivo. Me conmuevo, me congratulo y me solidarizo… Ojalá ocurra el milagro desde los mejores sentimientos de todos.
Rafael Navas, 22-01-2019