Sólo podemos convivir e incluso dominar la naturaleza si la obedecemos, si respetamos sus leyes…
A mi, la erupción del volcán en la preciosa isla de La Palma, que he visitado tantas veces por Navidad, me hace pensar en la debilidad de la especie humana, indefensa ante los movimientos telúricos y otros episodios de la naturaleza que, en muchas ocasiones, causan horror y muerte.
Somos pequeñas criaturas terrenales que sólo podemos sobrevivir bajo condiciones ambientales adecuadas y sometidas a peligros incalculables e impredecibles. Y aún así, nos permitimos contaminar, ensuciar, degradar a lo bestia el medio ambiente y la naturaleza, como si nada… Una naturaleza que se queja con estruendo, provocando terremotos asoladores, terribles inundaciones, erupciones volcánicas, tormentas y lluvias torrenciales, desbordamientos de ríos y mares… Todos estos sucesos siempre los hubo, cierto, pero jamás el planeta se había calentado de tal manera ni el cambio climático fue tan drástico y provocador de tan devastadoras respuestas de la naturaleza.
Y, mientras tanto, vivimos, como pequeños y sádicos insectos, clavando nuestros ínfimos aguijones de destrucción al planeta, perturbándolo en la inconsciencia de que su venganza natural puede ser mortal para toda la humanidad.
Vivimos sabiendo que algún día acabarán nuestras vidas y sin embargo, actuamos como si nada… Se extinguirá algún día la especie humana, nuestro planeta Tierra, y actuamos como si nada… Al igual que los ciudadanos de California, que suman la conciencia y el vértigo de que algún día, no se sabe cuando, los terremotos asolarán la ciudad, el estado de California entero y, sin embargo, ahí continúan, en sus bellas casas y mansiones, como si nada…
La humanidad conoce, sabe del fin inexorable, pero hace como si nada, y continúa atentando contra el planeta en una loca y degradante carrera de producción y consumo empobrecedor.
Nadie fija ni obliga al cumplimiento de las directrices concretas y pragmáticas en la cada vez más necesaria tarea colectiva en defensa de nuestro planeta, porque los mandatarios y políticos del mundo se encuentran enzarzados en las cuestiones del corto plazo sin que sus ojos, ciegos a lo importante, a lo decisivo, lleguen siquiera a percibir de forma unánime e inequívoca los peligros que acechan a la especie humana, cada vez más claros y contundentes.
Al margen de los sin alma que acuden a hacer turismo para fotografiar la desgracia ajena, todos nos encontramos tristes y desolados por la destrucción de las viviendas y de los campos que ocasiona la erupción constante del volcán de la bonita isla de La Palma. Consternados siempre por los devastadores envites de la naturaleza, que se lleva por delante, en otros lamentables sucesos, miles y miles de vidas. Pero todos, aún observando cómodamente en televisión las imágenes de la lava arrasando viviendas y cultivos, aún sabiendo de la ruina ajena, incluso de algo más grave aún como es nuestro destino de muerte individual y colectiva, volvemos a sumergirnos una y otra vez en nuestras propias e ínfimas vidas cotidianas y hacemos como si nada…

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