Se van yendo
como si nada,
sin adiós, sin nombre,
sin historia,
sin nadie que la cuente.
Y siguen cayendo.
Intentaron darnos su otoño,
como siempre, en esta primavera
y ahora no podemos darles nada,
ni el beso, ni el abrazo en la parada.
Infame destino inesperado
de virus, anonimato y fuego.
En tu cama deshecha y vacía
de presencia y ternura
una rosa desierta murmura
su dulce adiós, sin otro día.
Me quedo inerme,
con el corazón encogido,
sólo, sin tu sonrisa,
sin tu mano ni beso siquiera
en la despedida.
Nuestros mayores
con sus pensiones bajas,
que nos salvaron de las navajas,
de la crisis y el paro.
El amor de los mejores.
Hijos de la guerra,
madres de ternura,
fallecidos en la epidemia.
¡A la generación entera,
un gran homenaje
contra viento y marea!,
porque dieron
sin esperar nada,
esa nada en la que se fueron
y en la que se van
de tan horrible manera.