Yo, como casi todo el mundo, he mantenido, desde la intolerancia o el orgullo, conflictos y diferencias sustanciales con compañeros, amigos o familiares. Algunos, me han hecho mucho daño, muchísimo. Son aquellos con los que he dejado de hablar durante años. Seguro que a otros los he lastimado yo, incluso, de manera inconsciente.
Sin embargo, hace ya algún tiempo, decidí perdonar, pedir perdón y perdonarme. No debes permitir que las diferencias, las dificultades y conflictos o el dolor que sientes por el mal que te han hecho a tí o a los tuyos, arruinen tu vida. Tampoco los destructivos sentimientos de culpabilidad.
La vida es dura -para unos mucho más que para otros- y al igual que hemos amado, también hemos sufrido, despreciado u odiado, precisamente a aquellos que nos han hecho daño.
Yo he decidido perdonar de corazón, volver a dirigir la palabra a quienes consideraba enemigos y pedir perdón a todas y cada una de las personas a las que, tras una serena reflexión, he llegado a la conclusión de que las pude haber lastimado. Por fotuna, nunca de forma trágica, pero es seguro que, desde la ignorancia, la inconsciencia, la intolerancia, la frivolidad, la ausencia de humildad o el orgullo, lastimé a algunas personas, incluso, muy queridas para mí.
No debes permitir que el resquemor, la decepción, la envidia, el rencor, el propio orgullo, la insidia, los sentimientos de venganza o los de culpabilidad, arruinen tu vida. Para poder vivir con cierta serenidad hay que salir de esos pozos de ruina moral y de soledad.
Con el paso del tiempo he aprendido que no conduce a nada pretender y esperar a que reconozcan y pidan perdón quienes te han hecho daño. No es aceptable mantenerse de continuo defraudado. Sin embargo, resulta muy saludable pedir disculpas por el mal que hiciste y también reconciliarse.
Reconocer la verdad, desterrar los miedos, el orgullo, la intolerancia, el rencor, la indiferencia y, por supuesto, el odio y profundizar en la comprensión, la humildad y en el amor, supone andar con buen paso los caminos de la vida y de la madurez en plenitud.