Casi 8.000 hectáreas quemadas de la bellísima Sierra Bermeja. Un bombero muerto en acto de servicio. Miles de personas desalojadas de sus hogares. Millones de euros gastados en la extinción del incendio, que aún permanece activo. En fin. un desastre, un brutal y despiadado atentado contra la naturaleza, un asco.
Vivo seis meses al año, desde hace treinta, en la Costa del Sol y estoy harto y asqueado de comprobar cómo en los numerosos incendios de los montes y sierras que se extienden a lo largo de la costa, frente al mar, años después, emergen urbanizaciones enteras construidas sobre las cenizas de esos montes achicharrados con toda intención. Se quema el monte y ya se puede construir… Esa es la reflexión imperdonable, bochornosa y delictiva de algunos descerebrados sin escrúpulos ni vergüenza.
No hay lugar a dudas. La mayoría de esos incendios forestales, como el de Sierra Bermeja, son intencionados con el objetivo final y depredador de construir después sobre las superficies calcinadas para hacer lucrativos negocios. Una vergüenza intolerable.
Aquí mucha consternación y mucho bla, bla, bla, de los políticos, ante los incendios de los montes, pero no actúan de verdad para evitarlos. No tendrían más que verificar el enorme número de urbanizaciones construidas en los montes a lo largo de la Costa andaluza del Sol sobre superficies naturales calcinadas para enterarse de una vez de que todos esos incendios tenían una intención de negocio posterior. Y la solución es bien sencilla. El Gobierno indecente que tenemos, cualquier Gobierno, debiera tramitar con urgencia una ley de carácter nacional que prohíba de forma terminante la construcción de viviendas en los montes y superficies afectadas por el fuego. Una Ley inamovible que prohíba para siempre cualquier edificación sobre terrenos incendiados.
Resulta horrible y repugnante observar como, años después de los incendios forestales, se construye libremente con lucrativo permiso de los Ayuntamientos, sin ninguna excepción, sobre esas superficies naturales calcinadas de forma intencionada.
No sé a qué esperan los políticos, tantos corruptos, para establecer las normas que impedirían la desaprensiva y delictiva proliferación de incendios de tal naturaleza con un objetivo final de sucio y delictivo negocio en la construcción.
Sólo los corruptos, miserables, sin alma y sin conciencia, pueden continuar permitiendo el destrozo inhumano de la naturaleza, los incendios forestales, la erosión y la depredación de nuestro planeta.

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